Chistes Geniales: El partido de Golf

Chistes Geniales: El partido de Golf

Estaban jugando al golf Moisés, Jesucristo y un anciano. 
Moisés es el primero en golpear. Coge el palo, se prepara y paff: La bola termina en el agua.
Pero, volviéndose a sus compañeros, Moisés les dice: 

-No pasa nada. 
En efecto, coge el palo, lo hinca en el suelo y las aguas se separan, tras lo cual le pega de nuevo a la bola, que termina en el hoyo. 
Llega el turno de Jesucristo. Coge el palo, se prepara y paff: La bola termina también en el agua. 
-No os preocupéis, dice Jesús a sus compañeros de juego. 
Y ni corto ni perezoso se dirige al estanque, empieza a caminar sobre el agua, llega a donde está la bola flotando, le pega de nuevo y ... al hoyo. 
Por fin, le toca le turno al anciano, que coge el palo, se prepara y paff: La bola va directa al agua, pero, justo antes de llegar, sale un pez y se come la bola.
Pero antes de que el pez caiga de nuevo al agua, aparece una gaviota que se come al pez. Tras un corto vuelo, a la gaviota le cae un rayo, que le fulmina en el suelo, donde abre el pico, sale la bola y se cuela en el hoyo. 

Entonces Jesucristo se vuelve al anciano y le dice: 


-Mira, papá, si empiezas con abusos yo no juego mas.




Cuatro hombres y una mujer estaban tomando café en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.
El primer hombre dijo a sus amigos:
- Mi hijo es sacerdote, y cuando entra a algún lugar, todos lo llaman "Padre"!
El segundo hombre expresó:
- Mi hijo es Obispo, y cuando entra a algún lugar, la gente lo llama "Su Gracia".
El tercer caballero dice:
- Mi hijo es Cardenal. Cuando entra a algún lugar, todo mundo inclina la cabeza y dice "Su Eminencia".
El cuarto hombre dice muy orgullosamente:
- Mi hijo es el Papa. Cuando entra a algún lugar la gente lo llama "Su Santidad".
Como la única mujer a la mesa sorbía su café en silencio, los cuatro hombres la miran esperando su respuesta
- ¿Y bien?
Ella responde con orgullo:
- Tengo una hija, esbelta,alta, 90 de busto, 60 de cintura y 90 de cadera y cuando ella entra en cualquier lugar, los hombres dicen:


¡Dios mío!

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